Esta etapa, la sexta de la historia, la correspondiente con la Iglesia
de Filadelfia, la vio el poeta Rubén Darío al igual que Virgilio, siendo
pagano, predijo el nacimiento virginal de Cristo en su famosa Égloga 4ª. Así
Rubén Darío dice en sus cantos de vida y esperanza:
Oración al Rey venidero
Un gran vuelo de cuervos mancha
el azul celeste,
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.
¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
Se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno de Cristo.
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombra la humanidad se encierra.
con los rudos molosos del odio y de la guerra.
¡Oh, Señor Jesucristo! ¡Por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas!
Surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida,
que amante de tinieblas, tu dulce aurora olvida.
Ven, Señor, a vengar la gloria de Tí mismo;
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco, que miró el visionario,
Pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.
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