El reino de Dios o reino de los Cielos se convirtió en el tema central
de la predicación de Jesús y así aparece en sus labios 13 veces en S. Marcos,
36 veces en S. Mateo y 21 veces en S.
Lucas y 2 veces en el Evangelio de S. Juan. Y no solo se convirtió en el tema
central de la predicación de Jesús sino que, además, lo llenó de nuevo
contenido.
En el judaísmo antiguo había dos
expresiones de la concepción del reino de Dios. Así se habla de un Reino
duradero y de un Reino futuro de Dios. Esta distinción se remonta al Antiguo
Testamento, aunque tardíamente, al menos en su expresión explícita. Por primera
vez, la distinción aparece en Daniel (4, 31), donde se habla del Reino en el
presente: “Yo alabé y exalté al que vive eternamente, cuyo imperio es eterno y
cuyo Reino reina por todas las edades”. Y del futuro reino se nos habla cuando
dice en (2, 44): “En tiempo de estos reyes, el Dios del Cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a
otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a
todos estos reinos y él subsistirá eternamente”.
Es verdad que Dios es el Creador del universo entero y de todas las
naciones, pero las naciones se apartaron de Él. El Reino de Dios se hace
patente allí donde los hombres por decisión de su voluntad se hacen obedientes
a la Ley. El judío, al hacer su proclamación y oración pública, reconociendo la
Fe en un Dios único, proclama así su señorío sobre Israel.
El pagano que se convierte, carga sobre sí el yugo del reino de Dios en
el presente, que está limitado y oculto, porque Israel se halla bajo la
servidumbre de los pueblos paganos, los cuales rechazan el Reino de Dios. Pero
llegará la hora en que esta disonancia se resuelva. Israel será liberado y el
Reino de Dios, entonces, se manifestará en toda su gloria. “Cuando el culto
idolátrico haya sido erradicado juntamente con sus adoradores... entonces Yahvé
será Rey sobre toda la tierra” (Zac. 14, 9).
En resumen, el judaísmo antiguo
confiesa a Dios como el Rey cuyo reinado en el tiempo cósmico presente,
se extiende sólo sobre Israel, pero que
al fin de los tiempos ha de ser reconocido por todas las naciones.
¿Pensaba en el reino presente o en el reino futuro de Dios?
Por lo pronto las dos peticiones del “Padrenuestro” que enlazan con el
“quaddish” u oración de los judíos (Mt. 6,10 y Lc. 11, 2) inducen a pensar que
con toda seguridad empleó las dos frases en sentido escatológico o referente a
las postrimerías, y así lo confirman otros varios pasajes, y demuestran que la
venida de este reino está introducida por el Juicio Universal o al menos por la
Parusía.
Algunos afirman que cuando Jesús habla del Reino, casi siempre está
pensando, al mismo tiempo, en el juicio final, que habrá de precederle. No
estamos de acuerdo en absoluto según se expondrá a lo largo de estas líneas.
A la pregunta que hacen los fariseos sobre el tiempo que ha de
transcurrir para que llegue el Reino, respondió Jesús con dos enunciados: 1º No
se puede calcular por anticipado el tiempo de la revelación del Reino. 2º Ni
tampoco el lugar, sino que el Reino está “en medio de vosotros “. La expresión
“dentro de vosotros” por la que podría traducirse no parece la más apropiada y
no hay referencia a ella en ninguna parte del Antiguo Testamento. “En este
mundo esclavizado por Satanás, hace su aparición Jesús. Y viene con la
autoridad de Dios, no sólo para ejercitar la misericordia, sino también, y
principalmente, para emprender la lucha contra el Maligno.
Hemos de tener en cuenta que el Reino de Dios, y el Reino de los
Cielos, expresiones que se alternan en los Evangelios, es la misma cosa, y la
última un circunloquio para designar a Dios, que emplea sobre todo San Mateo,
para evitar como todo buen judío, nombrar a Dios directamente. El reino de Dios
es, por consiguiente, no una abstracción, sino algo que se está realizando: no
es un concepto estático, sino un concepto dinámico, que designa la soberanía
real de Dios ejerciéndose “in actu”.
El Reino de Dios puede tener distintos y varios significados, como
puede comprenderse por las parábolas del Reino, que expuso Nuestro Señor, con
significados y matices tan diversos. Sin embargo en una primera acepción,
podríamos indicar que se refiere a diversas etapas o estadios de una realidad
muy amplia. Debe comprender por consiguiente, todos los valores de la buena
Noticia, como la justicia, el amor, la paz, la solidaridad humana, que deben
formar el entramado de nuestra vida espiritual.
Por estos valores del Reino, anticipo de la bienaventuranza, se
alcanzará la felicidad en la tierra, en su relativismo y no por los que ofrece
el mundo y el Maligno, que es su poseedor. Estos valores tan seductores y que
realizan la vida de muchos mortales, son el poder, la fuerza, las riquezas, los
placeres, etc. Las motivaciones que transforman nuestra vida y sus
circunstancias, son las que llamamos virtudes cristianas, que han informado al
mundo cristiano, pero, que hoy día se
han desvirtuado y quieren ser suplantadas por otros valores materiales o
pretensiones humanas de poder, fuerza, placer o mentira .
El reino de Dios podría tener otra connotación también de un reinado visible,
espiritualizado, transformado, pero no glorificado. Difícil verdaderamente de
comprender, pero no imposible de concebir y en consonancia con muchos textos de
la Sagrada Escritura y comentarios de los Santos Padres. Sería el reino de la
Verdad. En el interrogatorio de Pilatos al Señor que hemos trascrito antes, en
Juan 18,37 dice:
“Replicóle a esto Pilatos:
¿Conque tú eres rey? Respondió Jesús: “Así es, como dices: Yo soy rey. Yo para
esto nací, y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad: todo
aquel que pertenece a la verdad, oye mi voz”.
Aquí nos expone el Señor la característica principal de su Reino: es un
reino que se basa en la verdad. El mundo, poseído por el Maligno se caracteriza
por ser el mundo de la mentira. Las dos principales características del Maligno,
el ser homicida y padre de la mentira, se ve que son las notas o señales que
informan en su estructura a todos los pueblos de la tierra.
Los gobiernos llamados libres,
no le dan el marchamo de demócrata a un gobierno hasta que no haya implantado
la ley del aborto, del crimen legalizado de los niños. Es una característica
típica para conocer a qué señor sirven los políticos que actúan así.
La otra característica de la
época actual es la mentira. Pero no la mentira corriente que emplean los
políticos para captar votos. Se trata de la mentira convertida en Ley
transformando así la justicia en injusticia. Se ve igualmente en esta faceta al
señor al que sirven. El reino que implantará el Señor, será un reino basado en
la justicia y la verdad, estará asentado en el derecho y durará por los siglos
de los siglos.
Las estructuras jurídicas de este reino, tendrán que tener un
contrapeso que limite la libre voluntad de los hombres pues hasta que no estén
en el Cielo, siempre tendrán las tendencias al mal, lastre del pecado original.
Este contrapeso no puede ser otro que la Iglesia Católica, que ha de recuperar
el derecho que siempre tuvo de poder
derogar las leyes positivas de los distintos países cuando vayan contra la ley
de Dios, incurriendo por tanto en tiranía, derecho que tuvo la Iglesia hasta
que Lutero hizo saltar en pedazos a la Cristiandad. Esto hará que el reino sea trasformado, que
sea espiritualizado, que no sea glorificado pero que sus normas de derecho
positivo, atemperadas por el poder espiritual, la Iglesia, constituyan un reino
de verdad y justicia, es decir el reino de Dios.
Ya San Juan Crisóstomo interpreta la petición “venga el Reino”, en
doble sentido: “venga el reino escatológico y llegue el reino de Dios de ahora,
aunque no sea tan definitivo”. Los cristianos desde hace muchos siglos (luego
quiere decir que no fue así en los siglos primeros) rezan el Padrenuestro,
pensando en la santificación actual del Nombre de Dios y en su Reino presente,
más que en la santificación y reinado escatológico. Probablemente en el siglo
primero los cristianos hacían lo mismo aunque
teniendo en cuenta el aspecto escatológico de las peticiones, más que
ahora, porque vivían con más intensidad que nosotros la espera de la segunda
venida del Señor y de su triunfo definitivo.[1]
Los magos de oriente llegan a Jerusalén
y preguntan a Herodes: ¿Donde está el rey de los judíos que ha nacido?
Porque nosotros vimos en oriente su estrella y hemos venido con el fin de
adorarle (Mateo, 2, 2) y más adelante: Y encaminándolos hacia Belén, Herodes
les dijo: Id e informaos puntualmente de lo que hay de ese niño, y en
habiéndolo hallado, comunicádmelo, para que vaya yo también a adorarle (Mat.,
2, 8).
Estas frases nos indican varias
cosas: 1º que unos magos, esto es, unos sabios de entonces, han conocido que ha
nacido “el rey de los judíos” porque en oriente han visto “su estrella” . 2º que ese rey de los judíos es digno de
adoración al igual que Dios. 3º que Herodes les dice que él irá también a
adorarle aunque sus intenciones reales sean bien distintas. Estos puntos
merecen alguna reflexión.
1º.- El que los sabios de oriente conocieran por un fenómeno celeste:
la estrella, que había nacido el rey de los judíos, significaba que conocían
las promesas mesiánicas contenidas en el Antiguo Testamento que profetizaban la
venida de un rey en Israel y si supieron que se habían cumplido las profecías
mesiánicas fue al ver su estrella. Ellos eran sabios, por lo tanto eran
alquimistas además de astrólogos.
En la alquimia, tras un largo
periodo de fusión de los metales, se produce, al fin, el nacimiento, en el
fondo de la retorta, de la piedra filosofal, al principio del tamaño de una
lenteja o de un haba y que irá después en un lento proceso creciendo hasta
alcanzar su tamaño y características definitivas.
Cuando se produce el nacimiento de lo que será después la piedra
filosofal, en la superficie de la retorta se forma una estrella que indica al
alquimista que se ha producido el feliz acontecimiento.[2]
Los magos de oriente, sabios
alquimistas, supieron que había nacido el rey del universo al ver aparecer la
estrella pues saben que, en el universo, todo es igual arriba y abajo.
Este es el simbolismo de San
Cristóbal, de Cristoforo, el que lleva o porta a Cristo, que es como se le
representa siempre, llevando al niño Jesús sobre sus hombros, y que equivale a
Crisnóforo, el que porta el oro, que es la piedra filosofal. Es el mismo
simbolismo del roscón de Reyes, que se toma el día de la Epifanía del Señor, el
6 de enero, esto es, la manifestación de Dios niño al mundo y que para que
cumpla los requisitos del símbolo debe
tener escondido en su interior un haba o un pez, un delfín, que es el nombre
del príncipe, en Francia, del que con el tiempo habrá de ser rey, al igual que
de la retorta con el tiempo habrá de nacer el rey que es la piedra filosofal.
Los magos de oriente conocían perfectamente, al ver el fenómeno cósmico
de la estrella, que había nacido el rey del Universo, y como eran cultos y
conocían las Sagradas Escrituras, sabían que ese rey sería judío y de la
estirpe de David. Lo que no podían saber es que el reino que entonces nacía era
el reino espiritual del Mesías doliente. Ellos no podían conocer que el otro
reino, el temporal, del Mesías, tendría lugar y nacería en otra época de la
historia. El nacimiento del Mesías, Cristo Jesús, originó en el universo el
nacimiento de una estrella que lo anunciaba. Los sabios de entonces lo
comprendieron así y siguieron a la estrella para adorar al Niño, Rey del
Universo. Cuando vuelva el Señor en su segunda venida, como Mesías triunfante,
Rey de reyes, volverá a aparecer la estrella en el firmamento para anunciar al
mundo que viene su Señor, en su segunda venida, a establecer su Reino.
2º.- Los magos van a adorar a ese
niño. Lo que ellos han visto producirse en la retorta de sus laboratorios les
indica que el fenómeno cósmico del nacimiento de esa estrella, es la señal del
nacimiento de Dios hecho hombre y niño y por tanto reclaman el poder ir a
adorarle. Ellos saben que todo lo que ocurre en el macrocosmos es igual a lo
que ocurre en el microcosmos, que todo es igual arriba que abajo y por ello
conocen que las promesas mesiánicas hechas al pueblo de Israel, han tenido
cumplimiento.
3º.- Herodes también dice que
irá a adorarle, luego sabe que ese niño, rey de los judíos, es Dios hecho
hombre, pues sabe, como rey de los judíos que es, que sólo se puede adorar a
Dios.
Hemos visto que desde el nacimiento de Nuestro Señor, la Sagrada
Escritura ya nos le muestra como Dios rey del Universo.
Todos los creyentes que en un
ejercicio libre de su voluntad renuncian a sus pasiones, a su concupiscencia, a la
mentira, por amor a Dios, se hacen hijos de Dios y herederos de su reino y
aquí, en su tránsito terrenal, ya son las piedras vivas del Reino de Dios,
puesto que constituyen su Cuerpo y su
Templo vivo. Y este colectivo que forman los hijos de Dios, son los Santos del
Altísimo, a quien el Señor les dice que le pidan la venida de su reino, la
venida del reino de los Cielos que ha de germinar en sus corazones, y que es
labor de la vida entera de cada hombre y la venida de ese reino formado por
todos los hijos de Dios que mostrará al mundo, que le conoció en su primera
venida humilde y doliente, el triunfo final y definitivo de Cristo como Rey de
reyes, Señor y Rey del Universo.
Aquí nos estamos refiriendo al triunfo final
de los hijos de Dios sobre los hijos de las tinieblas y al establecimiento de
un Reino culmen de las promesas de Dios a lo largo de todos los siglos, a
través de sus profetas, que durará hasta el fin de los tiempos. Al igual que
tuvo cumplimiento la gran promesa espiritual de la Redención , aunque tardó
siglos en cumplirse, tendrá lugar la realización de la promesa del triunfo
final de los santos del Altísimo y del establecimiento de su Reino, pues las
promesas de Dios son inmutables.
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