Hay que distinguir lo que es el Reino de Dios en sentido amplio de lo
que es el Reino de Cristo en específico. Esta falta de distinción llega a confundir fácilmente, pues existe la creencia
común de que el Reino de Dios sólo se va a realizar y tendrá lugar únicamente
en el Cielo y en la vida eterna, y no se hace mención al Reino de Cristo en la
tierra, o en su caso, se suele identificar este Reino de Cristo en la tierra
con la vida de la Iglesia que se extiende por todo el orbe.
En la Sagrada Escritura se utiliza en ocasiones el término Reino de
Dios para definir varios significados distintos y al mismo tiempo integrantes
de una misma realidad y de un mismo plan divino. Es una especie de diversidad
dentro de la unidad querida por Dios. Así tenemos por ejemplo:
El Reino como reino de la verdad, el cual existe desde que nace Cristo y viene
“al mundo para dar testimonio de la
verdad” (Juan 18,37), tal y como se
lo dijo a Pilatos.
El Reino como reino espiritual
de las almas. Para hablar de
este reino citamos a San Lucas que dice: “El
Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: vedlo aquí o allá, porque
el Reino de Dios ya está entre vosotros”
El Reino como reino de la gracia a través de la
Iglesia. Este reino de gracia
es el que prepara al reino de gloria. El reino de gloria no se alcanzará sino
por medio de la gracia, que se realiza y florece en lo íntimo del alma, en el
seno de la Iglesia. Así por ejemplo tenemos el texto de San Pablo a los romanos
que dice: “Porque el Reino de Dios no
consiste en comer ni beber, sino en justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo”
El Reino como reino de los
Cielos. Este es el Reino de
Dios que habrá en la vida eterna en el cielo, después de la última
resurrección. De hecho, existe hoy en día este Reino de Dios sobre las almas
bienaventuradas y sobre el mundo
angélico porque Cristo es Rey de todo lo creado, y existe también como reino
espiritual por la verdad y por la Iglesia. Es pues el reino de los cielos
plenamente perfecto sin sombra del mal y que se dará en la vida eterna.
El Reino como reino de Cristo en
la tierra. Este es el reino
del que habla el capítulo 20 del Apocalipsis. Jesús ante Pilatos se proclama
abiertamente Rey y el Apocalipsis dice que vendrá como Rey y Juez al final de
los tiempos; y la Iglesia celebra la fiesta de Cristo Rey.
Primer efecto: Unos resucitarán
antes del Juicio Final.
Muchas cosas van a suceder en este Reino de Cristo en la tierra. De
inicio habrá una primera resurrección.
Objeciones
No falta quien interprete que los “mil años” de los que habla San Juan
comienzan a partir de la institución de la Eucaristía en la última cena por
parte de Jesucristo, o a partir de su Ascensión a los Cielos, por lo que estos
dos mil años de historia de la Iglesia serían en realidad el llamado Milenio
del capítulo 20. Existen autores católicos y una corriente importante dentro de
la Iglesia que afirma que ya estamos
viviendo este Reino Milenario de Cristo, que empezó con la muerte de Cristo en
la cruz y se manifestó desde el día de Pentecostés, cuando el Reino de Cristo
tomo cuerpo en la Iglesia visible. Así, todas las profecías de este reino
mesiánico se están realizando progresivamente hoy en día con “el triunfo de la
Iglesia” que poco a poco va conquistando al mundo hasta que llegue la
supremacía espiritual y moral de la Iglesia sobre todas las naciones. No
obstante, esta interpretación no la podemos admitir pues querer asimilar el
Milenio con los dos mil años de la Iglesia trae un efecto distorsionado y
caótico de las Sagradas Escrituras.
Reino de Cristo y Reino de los
Cielos
Otros muchos creen que el Reino de Cristo no tendrá cumplimiento hasta
el fin del mundo, con el inicio de la vida eterna en el Reino de los Cielos.
Pero no es esto lo que dicen las Escrituras.
Es claro que este Reino de Cristo se realizará en la tierra. En la
oración del Padre Nuestro, las tres primeras peticiones, es decir,
“santificado sea tu Nombre”
“venga a nosotros tu Reino”
“hágase tu voluntad en la
tierra como en el Cielo”
solo pueden tener sentido si son para cumplirse en la tierra, ya que en
el Cielo están dadas y cumplidas totalmente. Así, el pedir “santificado sea tu Nombre” tiene que
ser una petición para la tierra puesto que en el Cielo se cumple a la
perfección. Lo mismo “venga a nosotros
tu Reino” implica pedir que venga a la tierra, pues si fuera el reino de
los cielos tendríamos que pedir no
que viniera sino que nosotros fuéramos a él. Y lo mismo respecto a la tercera
petición que por si misma se explica: “hágase
tu voluntad en la tierra como (se cumple) en el cielo”.
Por otro lado, tenemos la cita
de la Anunciación del ángel a María en la que le dice que “este (su hijo Jesús) será
grande y será llamado Hijo del Altísimo, al cual el Señor Dios dará el trono de
David su padre, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá
fin”.
Aquí es claro que se le promete a Jesús que ese reino no puede ser en
el cielo, sino en la tierra, porque el trono de David no estuvo en el Cielo
sino en Jerusalén.
Lo mismo se aplica a las palabras de Cristo a Pilatos y que según el original
griego dicen “…mi Reino no es de este mundo….más ahora mi Reino no es de aquí..”
Por tanto, su Reino ahora no es de aquí, pero lo será cuando lo
instaure en la tierra a partir de la Parusía.
Pero para que venga el reino ha de venir antes su Rey a establecerlo.
El Señor ha querido que su
Iglesia le pida de forma “oficial” su vuelta a la tierra. En efecto, Pablo VI
realizó la reforma de la
Liturgia y modificó la Misa , hasta entonces vigente, de San Pío V. En la
modificación de la Misa
introdujo, inmediatamente después de la Consagración , cuando el sacerdote anuncia a los
fieles: “Este es el Sacramento de nuestra Fe” y los fieles responden en una de
las fórmulas creadas y que ha tenido mayor aceptación de los fieles:
“Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven Señor Jesús!. Es decir, la Iglesia , en su oración oficial, la Santa Misa , le pide al
Señor que venga, empleando la última frase con que concluye el Apocalipsis.
Sabemos que el Señor no le niega nada a su Iglesia, y si ésta, de la
forma más solemne y oficial, en la Misa, le pide su vuelta, el Señor volverá.
Si el Señor ha de volver para fundar su Reino en la tierra, antes nos
lo ha venido avisando desde hace siglos y siglos a través de sus profetas, sus
santos y sus almas santas a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Veamos, por tanto, que es lo que
nos ha dicho el Señor a través de sus profetas empezando por Daniel.
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